31/8/08

Sin titulo

Siempre me despierto temprano. La costumbre había quedado después de terminar la secundaria, y nunca me la pude quitar.
Eran las 7:00 de la mañana. Allá a lo lejos, el Astro Mayor era tapado por unas nubes casi transparentes de color violeta, la mayoría con forma de caballo galopando altivamente, solo había unas pocas que habían quedado del día de ayer, amarillas con forma de estrellas (esas son mis favoritas).
Me saque mi pijama, para vestirme elegante. Un caro y llamativo traje rojo con rallas verdes oscuras me adornaba.
Bajé por el ascensor y prepare el desayuno.
Anunciaban por la radio el pronóstico del tiempo.- Hoy tendremos fuertes vientos desde el norte, acompañado con un poco de lluvia de cangrejos, así que no olvide su paracangrejos a salir a trabajar.-
Bajé aun mas por el ascensor, llegando a la planta baja de mi edificio. Observe mi virtuoso campo, producto de una herencia, pero yo no me encargaba de él, no me apasionaba. Mi hermano lo hacia, el solo me hospedaba en uno de los edificios del campo, enormes rascacielos por cierto, que casi llegaban a tocar las nubes.
Tomé mi bicicleta, y enfile para la ciudad. Hoy debía visitar a mamá.
Mamá era una persona con una vida muy especial. Gano infinitos concursos de belleza, participó en las olimpiadas lanzando javalinas y descubrió la cura más eficiente para curar la tos. Pero no era una persona codiciosa, siempre se quedo con su vieja casita en el medio de la ciudad, a orillas del río.
Pedaleaba hacia el sur. Siempre me encanto ir al sur porque visitaba lugares que me placian de encanto, sin embargo nada fuera de lo normal: pase por el árbol de frutillas, donde se me vinieron rápidas imagenes de mis aventuras amorosas; el obelisco dado vuelta, el avestruz que siempre me observaba al pasar, la verdad, nunca vi al avestruz en otro punto del planeta, pareciera como si estuviera muerto con los ojos abiertos, esperando la nada, que se acabe el mundo tal vez.
Un par de horas y estaba en lo de mama.
Toque la puerta apresurado, porque afuera hacia frió. La lluvia de cangrejos bombardeaba mi cabeza, hasta uno se colgó con una pinza de mi oreja, situación que fue bastante molesta y dolorosa.
Mamá abrió. Estaba distinta. Sus ojos lagrimeaban, su boca temblaba y su piel estaba pálida, y mamá era la mujer con las mejillas más rojas que recuerdo, y mantenía su record a pesar de su edad. Aquella bella y simpatiquisima mujer estaba alterada, parecía como si la hubiera mordido un zombie... y la verdad eso era. Un zombie se le había metido en su cocina en la madrugada. Ella acostumbraba a comer bocadillos en el medio de la noche, y allí pasó.
Gracias a dios, tenia mi cura para zombies en el bolsillo, nunca salgo de casa sin aquella mágica solución.
Justo cuando ella estaba preparándose para abalnzarme hacia mi y destrozar mis intestinos le aplique la inyección.
Ella sonrió y me invito a pasar. Tomamos el te hasta hartarnos. Afuera, los cangrejos estaban mas callendo con mas furia que nunca, y jamas paro de llover cangrejos desde ese entonces...

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